Nació en el Sacromonte,
en casa de tío Enrique;
bajo la sombra de un naranjo
y el perfume del macasar.
Desde niña paseaba su hermosura
por la Alcazaba;
con candor entonaba melodías y coplillas,
y aprendía paciente la zambra.
Ella baila y canta,
luce como farolito en la madrugada;
intenso y vivo, nunca se apaga.
No hay traje que mal siente
a esta niña alunarada.
No hay manos que no aplaudan
a esta ninfa de Granada.
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