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El río

El discípulo había escuchado hablar de aquel río muchísimas veces. Decían que era grandioso, que según la orilla desde la que lo miraras, las truchas cambiaban de color y de tamaño. Y un buen día, ¡descubrió el río! Loco de contento, acudió a su Maestro, lo cogió del brazo y se lo llevó a que pudiese contemplar aquella maravilla. Una vez frente a él, exclamó:

-¡Mira, Maestro! ¿No es precioso?

-¿Lo crees? ¿Y por qué lo piensas así? ¿Has probado a meter la mano en él?

-¿Cómo?

-Si quieres saber qué es el río para ti, toma contacto con él. Y dime.

El discípulo se acercó a la orilla, se agachó y metió la mano en el agua. Dejó de ser transparente, ya no había peces, y se sintió asqueado.

-¿No vas a beber entonces del río?

-¡Maestro, los hombres del pueblo me mintieron!

-No lo creo. Solamente te contaron la experiencia del río que otros a su vez les habían relatado sobre un río que alguien descubrió una vez.

-¿Y eso qué significa, Maestro?

-Que mientras no entres en contacto con la realidad de las cosas, nunca conseguirás verlas. Sólo verás la idea, pero no será real.

El aprendizaje del silencio

Caía la tarde y el Maestro no había pronunciado palabra alguna. El discípulo rompió a hablar, algo inquieto:
-Maestro, ¿he hecho algo mal?
A lo que el Maestro respondió:
-Si vas caminando por una senda, y no eres capaz de dirigirte tú mismo, ¿quién lo hará por ti?
El discípulo sonrió y lo abrazó.

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Ciegos

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Estaba sentado el Maestro a la sombra de un árbol, al caer la tarde. Llegó su discípulo, y se sentó a su lado. Parecía inquieto. El Maestro le pidió que hablase y el discípulo, se quejó de su mala suerte y de lo mucho que le dolía la espalda de tanto cargar fardos para su capataz. Durante un largo rato, el joven arremetió contra todo lo que se le pasó por la mente. Una vez hubo terminado, el Maestro le miró y le preguntó:
-¿Ves el vuelo de los pájaros? Mientras no seas libre jamás podrás volar.
-¿Y cómo puedo ser libre, Maestro?
-Muriendo a ti mismo.
-¡No puedo hacer eso, me pides lo imposible!
-Aún no estás preparado, vuelve mañana.
Y el discípulo se marchó a casa, con su venda puesta.

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